“Siendo yo un joven estudiante, el deseo de leer el inmortal “Don Quijote” en
el original cervantino me llevó a aprender, sin maestros, la bella lengua
castellana. Gracias a
esta afición juvenil puedo ahora - ya en edad avanzada - comprobar el acierto de
su versión española de mis obras, cuya lectura me produce siempre un vivo agrado
por la correctísima interpretación de mi pensamiento y la elegancia del estilo.
Me admira, sobre todo, cómo no siendo Usted médico ni psiquiatra de profesión ha
podido alcanzar tan absoluto y preciso dominio de una materia harto intrincada y
a veces oscura.”(*)
Sigmund
Freud
1- Este encuentro de Freud con "El Quijote" es el
momento del encuentro inaugural entre un LECTOR y un TEXTO. Texto
que habla de las andanzas de un demente a quién “se le secó el celebro de
manera que vino a perder el juicio” como se puede leer en sus primeras páginas,
tal como escribe la voz escriba que relata: “Quieren decir-(algunos dicen)- que
tenía el sobrenombre –(apellido)- de Quijada o Quesada que en esto hay alguna
diferencia en los autores que de este caso escriben, aunque por algunas
conjeturas verisímiles se deja entender que se llamaba “Quijana”: en esta
suerte de caja de pandora ya el autor nos enfrenta con la tarea de encontrar
diferentes nombres para un mismo personaje que a su vez está refrendado por
supuestos otros “autores” y que nos pone ante el dilema de saber de donde
proviene la locura: si es del sujeto-Don Quijote- sujeto que enloquece leyendo
novelas de caballerías o desde el autor que nos propone perdernos en una lectura
que supuestos otros han escrito para nuestro propio enloquecer de no saber,
desde el inicio, desde el mismo acto de nombrar al personaje donde está el
sujeto de quién el relator-escriba-voz nos va a decir como formando parte del
corpus de la literatura, (las novelas de caballerías, junto a relatos de pícaros
y de encuentros amorosos eran considerados relatos ó formas subalternas de
“entretenimientos”).